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dilluns 18 de juny de 2007
Alternative Information Center - Michel Warshawski
La crisis de Gaza: “made in Israel”
¿Quién es el agresor?

El viejo sueño de Ariel Sharon está haciendose realidad: palestinos matando palestinos, e Israel contando el número de víctimas con gran satisfacción. Las lágrimas de los líderes de Israel son lágrimas de cocodrilo, y sus declaraciones afirmando que sienten los trágicos acontecimientos en Gaza, son mera hipocresía. Las sangrientas confrontaciones eran previsibles, y la responsabilidad e implicación activa de EE. UU. e Israel es más clara que el agua.

Por muchos periodistas israelíes que están analizando la situación la responsabilidad de Israel es sólo indirecta: “1,4 millones de personas cerradas en un pequeño territorio como Gaza, sin cabeza posibilidad de tener una vida económica normal, pero también sin la posibilidad de escapar, están condenados a matarse las unas a los otros... como ratones cerrados en una jaula.” Esta explicación zoológica no es sólo tipícamente racista. También se queda muy corta respeto el papel de EE. UU. e Israel en los presentes enfrentamientos, que va más allá del hecho de “crear las condiciones” por un conflicto inter-palestino.

Durante meses, el Departamento de Estado de EE. UU. ha estado empujando a la dirección de Fatah para que esta lanzase una ofensiva militar contra Hamás, y dos semanas atras, Israel dió la luz verde para introducir en Gaza una enorme cantidad de armas para las milicias de Fatah. En este sentido, el papel de Israel en la situación actual no es sólo una conjetura, sino que hi juega un papel bien activo.

Quién es el agresor?“ "Hamás está tomando el poder”, “Un golpe de Estado de Hamás”: éstos son algunos de los titulares de los diarios israelíes de estos últimos días, repitiendo las grandes mentiras de las administraciones de Tel - Aviv y Washington.

Parece que es necesario aclarar lo qué tendría que ser obvio: Hamás hizo añicos a Fatah a las últimas elecciones palestinas, después de un proceso electoral que la comunidad internacional entera, incluyendo Washington, aclamó como “las elecciones más democráticas que nunca había habido a Oriente Próximo”. Uno incuestionable proceso democrático y con un masivo soporte popular, como pocos regímenes pueden tener a gala.

Pese a su enorme victoria, Hamás aceptó compartir el poder con Fatah en un gobierno de unidad nacional auspiciado por Àrabia Saudí y Egipto, y aclamado por toda la comunidad internacional, con la excepción de Washington e Israel. El programa político del nuevo gobierno dio el reconocimiento de facto del Estado de Israel y aprobaba la estrategia de las negociaciones de paz, basado en el mecanismo de Oslo.

La prioridad del nuevo gobierno era afrontar las cuestiones domésticas más candentes -mejora económica, restauración de la ley y el orden en Gaza, combatiente la endémica corrupción de la vieja administración encabezada por Fatah- permitiendo mientras tanto que el Presidente Mahmoud Abbas y l’OLP continuasen el proceso de negociación, siempre y cuando Israel hubiese aceptado retomarlo.

El moderado programa de gobierno de Hamás, sin embargo, tenía que hacer frente a dos poderosos enemigos: un segmento de las filas de Fatah los cuales no estaban preparados para renunciar a su monopolio del poder político, así como a los privilegios materiales conectados a este monopolio; y a los gobiernos neoconservadores de EE. UU. e Israel, los que están conduciendo una cruzada global contra el islam político.

Muhammad Dahlan, el antiguo ninguna de Seguridad Preventiva y actual asesor de Seguridad de Mahmoud Abbas, junto con éste representan los dos enemigos. Por una parte son los ejecutores de los planes de Washington en el liderazgo palestino, y por otra representan los dirigentes corruptos de Fatah, los mismos que están dispuestos en hacer lo que sea para no perder sus fuentes económicas.

Desde la victoria electoral de Hamás, la mílicia de Dahlan ha estado provocando al gobierno, atacando las milicias de Hamás y negándose a dejar al gobierno el control de las fuerzas policiales palestinas. Pese a las agresiones de Dahlan, Hamás ha sido haciendo todo lo posible para llegar a un acuerdo, pidiendo a sus propios activistas que se abstengan de responder con violencia. Sin embargo, cuando ha sido evidente que Dahlan no estaba buscando un compromiso, sino que ciertamente estaba intentando liquidar Hamás, la organización islámica no tuvo otra alternativa que defenderse y contraatacar.

El modelo Argelino El plano de EE. UU. e Israel es parte de una estrategia global que aspira en imponer gobiernos que sean leales a sus intereses, contra la voluntad de las poblaciones locales. Argelia proporciona un ejemplo de esta estrategia, pero también de su fracaso y del colosal coste humano: la incuestionable victoria del FIS (Frente Islámico de Salvación) sobre el corrupto y desacreditado FLN, el 1991, fue seguida de un golpe de estado, con el soporte de Francia y de EE. UU., los cuales prepararon el camino por una guerra civil que se prolongo más de una década y que provocó más de cien mil víctimas civiles.

Hamás claramente ha aprendido de la tragedia Argelina, y ha decidido hacer fracasar los planes de Dahlan de intentar sacarle el poder por la fuerza. Gozando del soporte de la mayoría de la población local, los militantes de Hamás han hecho añicos a Fatah en menos de dos días, pese a las armas proporcionadas, indirectamente, por Israel: una milicia corrupta sin ningún soporte popular no podía hacer frente a una relativamente disciplinada y sumamente motivada organización.

Incluso, después de esta victoria sobre Fatah, la dirección de Hamás ha reiterado la intención de mantener el gobierno de unidad nacional y de no explotar el fracasado golpe de estado de Fatah como pretexto por erradicar la organización o excluirla del gobierno. La dirección de Fatah, aun así, decide cortar cualquier tipo de relación con Hamás, y establece un gobierno sin Hamás... en Cisjordania. Otro sueño de Ariel Sharon se está haciendo realidad: la total separación entre Cisjordania y Gaza, que más tarde será considerada un insalvable “Hamastan”, una entidad terrorista en la cual no hay civiles, sino sólo terroristas, la cual puede restar en un estado de sitio total, y condenada al hambre.

Washington, que aprueba plenamente esta política, promete lleno soporte a Mahmoud Abbas y a su nueve Bantustan en Cisjordania, y Ehud Olmert decide liberar algunos del dinero palestinos que están en manos del gobierno de Israel.

No una guerra civil Sin embargo, uno de los objetivos de la administración de EE. UU. e Israel ha fracasado; no hay caos en Gaza. Bien al contrario. Tal y como ha dicho un oficial de seguridad a l’Haaretz (17 de junio): “Durante largo tiempo esta ciudad no había sido tranquila. Yo preferixo la actual situación que la que había anteriormente. Yo puedo, finalmente, salir fuera de casa mía...”.

La erradicación de las bandas de Fatah de Gaza puede poner fina a un largo periodo de anarquía, y permitir el retorno a una cierta normalidad. Los últimos acontecimientos confirman que Hamás tiene el poder por conseguirla.

Los israelíes hablan de “la guerra civil palestina” pero no son más que falsas ilusiones. La confrontación armada ha sido sólo entre milicias armadas, y si desafortunadamente, ha habido algunas bajas civiles, son lo qué el ejército de EE. UU. llama “daños colaterales”. La población ciertamente está dividida políticamente -tanto en Cisjordania como en Gaza- pero no están luchando los unos contra los otros, cuando menos por ahora.

Con Gaza considerada como una entidad hostil y con toda la población como aliada de Hamás, no hay duda que será, en un futuro próximo, el blanco de una brutal agresión israelí: finalmente habrá incursiones militares, bombardeos y hambre.

Por ello nuestra máxima prioridad, en Israel así como en todas partes del mundo, es organizar solidaridad con Gaza y su población.

Michel Warshawski



 
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